Doña Rosa Díez González, aguerrida política vizcaína de 66 años, fue militante de Partido Socialista Obrero Español hasta que en el año 2.007, cansada de soportar las continuas frivolidades torticeras y desgoznadas de José Luis Rodríguez Zapatero, decidió abandonar las filas del partido. Ante la deriva de aquel PSOE, que empezaba a adoptar una línea de izquierda muy radical, alejándose más y más de la socialdemocracia en la que ella creía, optó por abandonar el barco y fundó, junto con el también vizcaíno Mikel Buesa un nuevo partido, Unión Progreso y Democracia (UPyD), un partido que se define como social liberal, lo que puede interpretarse como una mezcla de socialdemocracia y liberalismo que le sitúa por tanto en un terreno de centro izquierda moderado.

El pasado 23 de octubre del presente 2.018, doña Rosa escribió un artículo en el periódico El Mundo, artículo que yo suscribo desde la primera hasta la ultima palabra, en el que mostraba estar muy alarmada por el cariz que están tomando los acontecimientos políticos. Enfatizaba hechos vividos por su generación, que es la mía, generación que votó la Constitución del 78 y que trajo a este país:

“…un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (…) generación que advirtió las consecuencias que tendría (…) la decisión de Zapatero de romper los consensos que permitieron alumbrar la Transición y construir la democracia (…) La crisis económica (…) con un Gobierno que se negaba a reconocerla (…) fue el caldo de cultivo de la crisis política que se venía gestando (…) el desprecio a la separación de poderes, el clientelismo político, la mediocridad, la corrupción (…) la pérdida de valores (...) provocó una degeneración de nuestra democracia de la que no nos hemos recuperado (…) Una generación que siente la necesidad de defender la democracia. Formo parte de una generación que siente que tras la construcción de la democracia y la inacabada regeneración de la misma, se impone que alguien levante la bandera para organizar la resistencia y defender el Estado.
(…)un país que está gobernado por un ciudadano que llegó al poder aupado por grupos políticos que tienen entre sus objetivos destruir la España constitucional (…) Es el caso de los golpistas catalanes y de los proetarras vascos (…) el caso de los bolivarianos cuyo líder va a la cárcel a negociar con un político sobre el que pesan graves acusaciones (…) La democracia española está en riesgo porque ya se ha roto la cohesión entre españoles. La democracia está en riesgo porque el socio principal del Gobierno promueve y vota en un Parlamento autonómico la reprobación del Jefe del Estado (…) Lo que ocurre en España se parece mucho a lo que se vivió en los años 30 del siglo pasado cuando la unión del radicalismo de izquierdas y los nacionalistas provocaron la destrucción del orden constitucional, la República.
Se ha vuelto a abrir la brecha entre las dos Españas (…) y formar parte de Europa ya no es suficiente para proteger nuestra democracia de un Gobierno cautivo de los populistas (…) Por eso creo que ha llegado la hora de organizarnos para defender el Estado".

Como resumen, lo reproducido quizá resulte muy extenso, pero me parece necesario hacerlo así a fin de que se entienda el sentido y el porqué de la última frase que, sacada de contexto, y con evidente mala intención, más de uno ha querido interpretar y presentar como una proposición de golpe de estado y la consabida y consiguiente acusación de que es una extremista de derechas. Quien conozca mínimamente a la señora Díez sabrá perfectamente que nada puede estar más lejos de la intención de doña Rosa; que lo que ella pretende transmitir es la necesidad de que una sociedad de ciudadanos mesurados, que somos la mayoría, se pertreche anímica e intelectualmente y alce la voz contra este abuso con que algunos, pérfidos consumados, pretenden destruir nuestro sistema de valores tan larga y sufridamente alcanzado y que los actores políticos honestos, que algunos quedan, den la batalla ideológica adecuada a tanto desmán. Pero como decía don Francisco de Quevedo: donde hay poca justicia es un peligro tener razón.

Siempre es lo mismo. Cuando los defensores del pensamiento único sienten que les contradicen, salen en tromba a desacreditar a quien sea de cualquier manera y ponen a sus terminales mediáticas afectas a vocear consignas porque argumentos creíbles no hay. Nada nuevo.