Menudo lío monumental el que el propio presidente Sánchez se ha encargado de crear en cuanto a los debates televisivos previos a los comicios del 28 de abril con sus: “que sí, que no, a dos no, a cinco sí, a cuatro participantes, dije aquí en A3 Media pero digo allí en TVE, el lunes, el martes, el mismo día… y finalmente dos”, significativos de la nula voluntad que tiene de celebrarlos, debates que en verdad inquietan siempre más al que está en el poder, por obvias razones, pero que habrían de aceptarse sin tantas trabas en bien de la salud democrática.

La decisión de la Junta Electoral Central de dejar fuera de estas mesas redondas al partido de nuevo cuño Vox es, desde luego, más que discutible si nos atenemos a los antecedentes de casos similares, pero en el fondo a ellos les puede resultar más productivo de cara a sus potenciales electores, por el hecho de poder explotar su sentimiento de víctimas, porque su medio de difusión se basa más en las redes sociales y los mítines y porque en cualquier debate a buen seguro todos coincidirían en ir en su contra.
Sánchez también hubiera preferido tener enfrente y a la vez a toda la "derecha trifálica" de la plaza de Colón a fin de intentar presentarles como un frente único y perverso.

El pasado lunes 15 de abril tuvo lugar un aperitivo de tales debates en la primera cadena de televisión española. Allí vimos y oímos a representantes del PSOE, del PP, de Ciudadanos, de U-Podemos, del PNV y de Esquerra Republicana de Cataluña.

La representante del partido que dice gobernar y Ministra de Hacienda, doña María Jesús Montero, licenciada en medicina y cirugía aunque con el antecedente de haber sido Consejera de Hacienda en la Junta de Andalucía, puede que sea una persona muy avezada en lo suyo -sin entrar en detalles-, pero en un debate de estas características no fue capaz de dar mínimamente la talla. Nerviosa e insegura, ni supo, ni quiso, ni pudo responder a las mismas preguntas que su jefe nunca quiere contestar, fue presa de la ambigüedad e inconsistente en sus argumentos. Poco nivel para tan digno cargo ministerial.

Los nacionalistas no nos dejaron mucho que resaltar. Aitor Esteban nos parece un político de talla con una notable capacidad intelectual pero solo puede repetir sus interesados y manidos argumentos, así que poco más nos podía mostrar ya que en estos debates quienes se baten el cobre son los partidos de implantación nacional y cualquier nacionalista solo tiene que ponerse un poco de perfil, dejar que los demás se peleen e intentar pescar lo que se pueda en rio revuelto. Su autentica especialidad.
De un tal Rufián, aquel cuyo nombre mejor le define, puro detritus de la política hispana, sí, hispana por más que les moleste, poco tiempo vamos a perder en comentar sus usuales bufonadas. Ninguno.

La señora doña Irene Montero también se tiene muy bien aprendido el papel. Siempre cabreada e histriónica en la interpretación de su papel de Robin Hood que quiere quitar a los ricos lo mismo que dará a los pobres -menos su mansión de Galapagar que para eso en el fondo solo es una proletaria con algo de suerte-. Nada nuevo y una clara muestra del porqué de la descomposición de su no tan asambleario Partido.

Las únicas que presentaron una imagen coherente con sus principios y su lógica de españolas fueron las dos representantes de los partidos de centroderecha, Cayetana Álvarez de Toledo e Inés Arrimadas. Se podrán o no compartir sus planteamientos pero demostraron tener la base necesaria para lo que de cualquier político se espera y materia gris suficiente para prestar dignos servicios a la política.
A Arrimadas, como siempre, la vimos espléndida. A Álvarez de Toledo algo más imprecisa quizá por pagar la novatada de su falta de hábito en estas lides, pero ofreciendo siempre un buen tono y presentándose como una promesa de futuro. No creo que doña Cayetana se sorprendiese mucho por el hecho de que izquierdistas y nacionalistas concentrasen la mayor parte de sus ataques en ella, pues no en vano su partido es el principal enemigo a batir por ellos que no las deben tener todas consigo con respecto al resultado final de las elecciones, aunque las encuestas pronostiquen un posible triunfo del nuevo Frente Popular y Populista.

El rifirrafe más desagradable de la noche volvió a vivirse a cuenta del manido tema del feminismo, con el no, con el sí, que menudo hartazgo. El manoseado eslogan del “solo un sí es sí y lo demás es no” como pulsión obsesiva.
La progresía no acaba de entender lo que son el lenguaje corporal o la respuesta gestual, el mensaje que puede transmitir la mirada o una insinuación. Quizás sea que estas y estos progres no solo han debido ligar muy poco sino que han leído mucho menos. Y la juventud de muchos les habrá impedido oir hablar de Corín Tellado.
La poco disimulada acusación de Irene Montero a Cayetana de que se posicionaba a favor de los violadores, hizo reaccionar a ésta con una también nada velada amenaza de demanda si se atrevía a repetir algo similar, incriminación que, claro está, aquella no osó formular de nuevo.
Lo llamativo y sorprendente es que no hayan faltado políticos -entre ellos el propio Presidente Sánchez-, bastantes periodistas con más renombre que peso específico en su masa encefálica y por supuesto tuiteros a mansalva, a quienes lo que más haya llamado la atención del debate haya sido este último punto citado, que solo hayan comentado este aspecto y que por supuesto, hayan dedicado su, tal vez única neurona, a atacar vomitivamente a la que han osado calificar como una mujer y política machista.

Si éste es el nivel medio que podemos exhibir, vamos apañados.
¡País! como diría el tristemente desaparecido Antonio Fraguas "Forges".