Andan inmersos todos los partidos en su particular tarea de intentar llegar a pactos para alcanzar la gobernabilidad  en Ayuntamientos y  Comunidades, pero siempre con la vista puesta en el gobierno de la nación como máximo exponente de todos ellos.

En realidad todo lo que viene ocurriendo y ocurrirá hasta unos días antes del 15 de junio en que tienen que estar conformados los distintos gobiernos municipales y autonómicos, forma parte de la escenificación y dramatización excesiva que todos los partidos buscan representar para coger posiciones de fuerza pero, llegado el momento y aunque con excepciones, se cumplirá lo que todos sabemos de antemano. Las izquierdas gobernarán en aquellos lugares en que tengan mayoría y lo mismo ocurrirá, por lo general, donde las derechas sumen más diputados o ediles. Que en el País Vasco gobiernen los nacionalistas y que en los Ayuntamientos catalanes los nacionalismos y sus más variados y extravagantes cómplices vayan a ostentar el poder es algo de lo que tampoco nos puede caber la menor duda.

A ésto último podemos añadir que hay 78 localidades de Cataluña en las que solo se pudieron presentar candidaturas independentistas porque la dura situación que allí se vive no permitió que otras lo hiceran con la necesaria libertad. Es una muestra de la escasa calidad democrática y la situación vergonzosa que se sufre en ciertas zonas del estado español y eso está ocurriendo en un país democrático de la democrática Unión Europea sin que a nadie parezca conmoverle.

Ciudadanos, que ha quedado lejos de alcanzar sus metas, se ha convertido sin embargo,  en el árbitro principal de la situación porque de sus alianzas dependerán muchos de los gobiernos y consistorios. Su negativa, que parece firme, de no gobernar con el PSOE de Pedro Sánchez  y la posterior de exigir a los líderes regionales que renuncien al sanchismo, dificulta mucho la posibilidad de cualquier acuerdo y sobre todo estará muy pendiente de la final decisión socialista respecto al gobierno de Navarra, pero su repudio a ni siquiera llegar a sentarse con Vox para  negociar  –a lo que se unen también otros partidos pequeños como el PAR en Aragón- no parece algo muy afortunado, pues hasta el socialista Gabilondo se va a entrevistar con ellos en Madrid; hablar entre fuerzas constitucionales, y Vox lo es pese a quien pese, siempre ayuda y nunca  obliga a nada.

En cualquier caso Ciudadanos ya nos tiene acostumbrados a sus indefiniciones y falta de concreción pero ya imaginamos y casi aseguramos que al final de ningún modo pactará con el PSOE para formar el gobierno central, aunque quizá sí lo haga en algunas comunidades y Ayuntamientos, como también creemos que lo hará en mayor número  con el PP  en otros tras buscar alguna fórmula de aliño con Vox.

Y es que si lo que se propone Rivera, tal como todo parece indicar, es que su partido lidere algún día la opción del centroderecha liberal, formar una coalición o apoyar al socialismo de Sánchez podría  ser tanto como pegarse un tiro en los pies. El ochenta por ciento de los votantes de Ciudadanos proceden del PP y resulta muy dudoso que les agrade ese tipo de alianza por mucho que pueda ser sensata, que lo sería. Y es que no olvidarán tampoco que su anterior experiencia de pactar en Andalucía con la supuestamente más moderada Susana Díaz, no duró toda la legislatura. Rivera no tiene absolutamente ninguna confianza en Sánchez y no le faltan razones para ello.

El PSOE ha ganado casi todo y, sin embargo, no puede gobernar en ningún sitio si no pacta con alguna otra fuerza. Sánchez es consciente de que casi siempre va a necesitar a la izquierda radical y como mínimo al PNV y a algún otro grupo independentista que podría ser, llegado el caso y pese a sus reticencias, BILDU. Pero también sabe que esa fórmula le puede acabar perjudicando antes o después. Los escrúpulos de Sánchez con tal de mantenerse en el poder parecen muy escasos y sabemos que haría cualquier cosa por seguir en La Moncloa. Pero sus limitados conocimientos no le impiden  saber que con Ciudadanos suma casi siempre y que con ellos podría  llegar a formar un gobierno de coalición sin necesidad de otros pactos más lesivos para sus intereses a medio y largo plazo. Esa alianza con Rivera es, además, la que recomienda una Unión Europea que vela por otros intereses, fundamentalmente los económicos, de la Unión, pero no es lo que parece agradar más al partido naranja cuya intención no pasa por servir de cómplice ni salvavidas a Sánchez.

Con razón o sin ella, Rivera tiene la convicción de que Sánchez no sería un aliado leal. Rivera sabe o debe saber que cuatro años al lado de Sánchez socavarían la confianza que en ellos depositaron  sus electores. Rivera sabe que solo debe llegar, como mucho, a formar algunas coaliciones, y no demasiadas, con determinados líderes menos sanchistas. Y si no es así, desde luego se equivoca.

Que  el PSOE de Sánchez gobierne en solitario y/o con apoyos fijos o puntuales es la mejor manera de enfrentarle a sus contradicciones y a sus carencias. Después de un año de postureos y representaciones teatrales, cualquiera que se alíe con el sanchismo se hará corresponsable de todo lo malo o bueno que pueda ocurrir. Y conociendo su maquiavelismo, a buen seguro que los socialistas tratarán de compartir con sus socios  las culpas de lo que salga mal y apuntarse en exclusiva cualquier aspecto positivo si lo hubiere.

Que un gobierno de Sánchez en solitario o con malas compañías acabe o no resultando duro para España y los españoles es algo que está por ver, aunque de algún modo puede merecer la pena dejar que se  “coman el marrón” de lo que con tanto ahínco han buscado, si sirve para desenmascarar de una vez por todas al personaje y sus colaboradores. Y ya veríamos si es capaz de soportar una legislatura completa de cuatro años.

Los errores en la política son crímenes; porque por culpa de ellos sufren millones de hombres sin culpa, por culpa de ellos se obstaculiza el desarrollo del país entero y, para décadas que vienen, su futuro.

Mihai Eminescu