Hoy es 18 de diciembre y faltan por tanto tres días para la el tan traído y llevado Consejo de ministras y ministros que el gobierno va a celebrar en Barcelona el próximo 21 de este mes.

No podemos saber hasta qué punto va a ser una jornada tranquila en la ciudad condal y desde luego nuestro deseo es el de que todo se desarrolle con la mayor normalidad, la misma que se supone tendría si se celebrase en cualquier otro lugar del territorio nacional. Pero lo cierto es que todos esperamos ese día con una cierta intranquilidad e incertidumbre porque no está nada claro lo que pueda suceder por razones bien conocidas y que no necesitan mayor explicación, como son las de los anuncios de entidades independentistas y los CDR de que intentarán boicotear dicha reunión. Añadamos que tampoco la reunión que ha ido a mantener en estas fechas la cúpiula de interior del gobierno catalán con Puigdemont en Bélgica ayuda a ser muy optimistas.

Ocurra lo que ocurra, todo ésto no es más que la anatomía del esperpento. El gobierno, en el enésimo gesto estéril de buena voluntad hacia el catalanismo excluyente, cínico y fascista de Torra, se encuentra una vez más con la eterna respuesta que tanto nos inquieta. Con una policía autónoma de 17.000 mossos de esquadra que tantos dineros nos cuesta a los españoles, el estado se ve en la necesidad de reforzar el dispositivo con otros mil policías y guardias civiles porque no se fía mucho de la respuesta de la Generalitat aunque Marlaska siga diciendo que si confía en los mossos; además, el ejecutivo ha decidido reunirse en un lugar que según la propia policía autónoma no es el espacio mas idóneo para garantizar la seguridad y el presidente Sánchez lleva días mendigando una reunión con Torra -que ya veremos si le otorga-, cuya finalidad no es la de hablar de nada porque ni siquiera hay agenda al respecto y un dialogo razonable es imposible; solo se trataría de hacerse la foto correspondiente, especialidad de Sánchez y compañía. Y es que lo que a Torra le gustaría es una reunión de gobierno a gobierno en condiciones de igualdad como si de dos estados se tratara, algo que ni siquiera a Sánchez se le podría ocurrir porque eso sí que sería firmar su acta de defunción política.

Nos reservamos mayores comentarios hasta ver lo que sucede el próximo viernes 21, incluido el más que posible viaje en Falcon y Airbus, pero pase lo que pase y ojalá no haya nada que lamentar, todo habrá sido una vez más, y van demasiadas, una escenificación del diálogo con un muro, con el muro de nuestras lamentaciones en que se ha convertido el gobierno catalán.