Sesenta días tardó el inefable Pedro Sánchez en hacer una primera comparecencia respondiendo a las preguntas de los periodistas después de haber criticado con dureza las comparecencias de su antecesor en el cargo por motivos similares. Sesión que dedicó a su propia vanagloria e intentó convertir en una nueva audición de postureo, en la que no contestó nada que tuviera relación con las preguntas planteadas; solo evasivas hasta llegar a dejar la última sin respuesta con un encogimiento de hombros tras musitar “ninguno”.

Podríamos hacer muchas críticas al señor Sánchez, bastantes ya se las hemos hecho y no queremos pecar de repetitivos pero, entre otras historias que pudiéramos añadir a las anteriores, hay sucesos que llaman especialmente la atención. Al presidente por accidente hay que reconocerle dos cosas, la primera la perseverancia y la segunda la sagacidad maquiavélica que le ha llevado a “okupar" el palacio de la Moncloa. Tanto es así que empezábamos a dudar de que muchas de nuestras afirmaciones anteriores sobre que de luces no andaba muy sobrado fueran acertadas. Pero él ha acudido presto en nuestro auxilio para demostrarnos que no, que estábamos en lo cierto.
Y es que hay algunos hechos que le delatan de un modo especial, el primero haber utilizado el avión presidencial Falcon para irse de farra un viernes por la noche con la parienta a ver un concierto de rock y reunirse con algunos amigotes en Benicassim, con burdas excusas como la de obligar a Ximo Puig a que acudiese a recibir a su señorito socialburgués. En la segunda también aparece su esposa -Bego que nos lo hundes- con la que piensa redecorar su humilde pero confortable palacete -recuerden que Rajoy y señora redujeron un 30% los gastos del mismo- y es que ¡¡¡se han acabado los recortes!!! Esposa a la que le acaba de procurar un alto cargo en el IE, una empresa que recibe fondos del estado -obviaremos, por higiene mental, rebatir las torpes explicaciones dadas por tantos lameposaderas-. Claro que a este último desliz hay que añadirle el incremento de cuatro ministerios y la creación de una profusión de nuevos altos cargos en que colocar a todos aquellos amiguetes y correligionarios que con sus buenas retribuciones y estómagos agradecidos puedan colaborar a disminuir los devastadores efectos de gobernar con solo 84 diputados. Alguien ya ha dicho antes que yo que si el señor presidente tuviera un millón de amigos se habría terminado el problema del paro en España. Justo será también reconocer que tantas colocaciones se deben más a la antedicha sagacidad taimada que a la estulticia.

Pero el “falconazo” y el “begoñazo” le pueden salir muy caros, aunque él piense que esas cosas solo le pasan factura a la derechona. Pero ¡que le quiten lo “bailao” y haber asegurado su futuro!
Y es que una cosa es ser listo y otra muy diferente ser inteligente.

Por el pueblo pero sin el pueblo, puro despotismo ilustrado: Entre aviones y casoplones se desenvuelve la izquierda hispana. Y es que socializar, lo que se dice socializar, socializan poco.