La izquierda, al menos la madrileña, parece haber cambiado de estrategia. Diríase que han dado por perdidas las elecciones del próximo día cuatro de mayo, quizás y probablemente porque en sus propios sondeos cundan las malas noticias.

Ha pasado a la historia de los chascarrillos aquel comentario de Zapatero, captado fortuitamente por un olvidado micrófono encendido, en el que decía que para ganar tendrían que aumentar la tensión en la campaña electoral, lo que no es más que un procedimiento habitual del socialismo, al menos del jacobino modelo socialista del siglo XXI. Polarizar para movilizar a la parroquia.

La clara victoria del PP de Díaz Ayuso parece tan incontestable que está asumida hasta en las mediciones del CIS, y las esperanzas del frente popular madrileño de que Vox pueda no superar el 5% que le dé representación en la asamblea de la capital para que así Ayuso, sola, no pueda alcanzar la mayoría necesaria, también parecen desvanecerse. Tal vez sea por eso por lo que ahora traten de dirigir, más aun, sus ataques al partido de Abascal; no quiere ello decir que dejen de hacerlo contra Ayuso, pero saben que polarizando la situación y confrontando a la izquierda extrema de Unidas Podemos con la derecha conservadora-radical de Vox pueden movilizar más, no solo a sus partidarios, sino también a los simpatizantes de Rocío Monasterio.

La jugada puede ser arriesgada, pero para las izquierdas varias es mejor que Ayuso tenga que depender mucho de Vox, intentar evitar que llegue a lograr por sí sola la mayoría absoluta -algo no descartable según GAD3- y así necesite el máximo apoyo del otro partido de las derechas. Y es que cuanto más tenga que conceder aquella a una negociación con Monasterio, más razones encontrarán para atacar a ambas con el argumento de que la peligrosa extrema derecha gobierna en Madrid.

Después del conocido debate que tuvo lugar en Telemadrid, en el que intervinieron todos los candidatos, alguien tuvo la brillante idea de organizar inmediatamente otro, en campo propio, la radio de Prisa, tal vez para contrarrestar los devastadores efectos de la anterior. La escasa distancia en el tiempo y el escenario elegido le debió parecer a Isabel Díaz Ayuso -siempre la más lista de la clase- una encerrona, pero el caso es que decidió no asistir y todo apunta a que volvió a acertar.

No creemos que la emisora estuviera al tanto de la operación concebida por Pablo Iglesias, pero de que él tenía previsto montar el espectáculo y dinamitar el encuentro, no puede caber la menor duda.

Las cartas amenazantes dirigidas a Iglesias, Marlaska y la directora general del la Guardia Civil conteniendo proyectiles de fusil, solo puede ser obra de algunos descerebrados y merece la más enérgica de las condenas, a las que desde aquí nos unimos, esperando que los responsables sean descubiertos y se les aplique todo el peso de la ley. Pero tampoco hay que olvidar que, salvo por el hecho diferencial de las balas, todos los políticos -y todos son todos- y no pocos personajes públicos reciben, infortunadamente a diario, amenazas de todo tipo y hasta hora nadie había puesto tan alto el grito en el cielo. No me permitiré aventurar, aquí y ahora, nada sobre la procedencia de tales misivas, pero sabiendo que Correos ha invertido mucho dinero en disponer, desde los tiempos de ETA, de un protocolo para que todas las cartas en toda la red postal sean escaneadas o controladas para impedir la circulación de armas y objetos metálicos, o ante la extrañeza mostrada por los propios sectores postales de los sindicatos CCOO y UGT, y a sabiendas de que no ha sido una sino tres las misivas que han burlado el sistema, también se entiende que existan personas a las que el asunto les suscite dudas, suspicacias que fervientemente deseamos queden aclaradas tras la investigación policial.

Sea como fuere, el maquiavélico líder de Unidas Podemos parecía tener muy claro hacia donde iba a dirigir sus ataques y que Rocío Monasterio era su objetivo. No es muy trabajador ni tan inteligente como él cree, pero a Iglesias a ladino no hay quien le gane y la líder derechista entró al primer trapo que le tendieron. No nos cansaremos de repetir que uno de los defectos de Vox es decir demasiadas veces en voz alta cosas que no le convienen. Rocío se limitó a decir que ella condenaba todos los ataques violentos, una afirmación genérica que es la misma que estamos acostumbrados a oír a la extrema izquierda para salirse por la tangente cuando no quiere contestar nada, sin darse cuenta, además, de que no era ni el momento ni el lugar de poner en duda la existencia de las amenazas sin tener pruebas de ello. Será por bisoñez política o por torpeza, pero muy aguda no estuvo y el señor de la coleta y el moño aprovechó la ocasión para sobreactuar montando su esperpéntico espectáculo.

La presentación victimista de aquel que piensa que ETA tuvo una explicación política más la operación de crispación y polarización están en marcha y, probablemente, no sean pocas las sorpresas, golpes de efecto u operaciones de embarramiento del campo que contemplemos antes de las elecciones, porque es el procedimiento habitual de la izquierda radical. Y si pierden, veremos como se moviliza eso que algunos llaman la calle, que no es otra cosa que la pandilla de gamberros, perroflautas y antifas habituales, en unión de algunos ninis espontáneos.

Poco se ha hablado del nuevo ataque del que fue objeto Vox en un mitin en Navalcarnero en fecha muy próxima a la que nos ocupa, agresiones demasiado habituales y democráticas pedradas que nadie de la izquierda ha condenado, cantazos de tan demócratas antifascistas defensores del pueblo oprimido; pero, claro, es que los de Vox se lo buscan por ir a provocar.