En una crítica de La Madraza (Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Ganada) a la película de Luchino Visconti acerca del nazismo alemán, rodada en 1.969 y titulada La Caída de los Dioses, leemos que en el film se representa una realidad pesadillesca en la que la conciencia ha desaparecido y en la que no hay espacio intermedio entre el infierno y el limbo en el que sea factible el equilibrio entre ideales y realidad.

Nuestra realidad también se asemeja a una pesadilla, nuestros gobernantes también parecen carecer de conciencia y se diría que los ideales han dado paso a realidades ideológicas putrefactas. Pero los dioses menores de piés de barro también pueden caer y, tarde o temprano, acabaran cayendo.

Es cierto que la botella puede verse medio llena o medio vacía según sea el grado de optimismo o pesimismo del observador, pero aun intentado ser lo más objetivos posible en el análisis, nos da la sensación de que los fracasos  provocados por los errores de bulto del gobierno de Sánchez y su inefable ayuda de cámara Iván Redondo -en representación de los 1.200 asesores de que aquel dispone en su factoría de ficción-, están empezando a pasarles factura o se la pueden pasar no muy tarde.

Envalentonados por el éxito de la moción de censura contra Mariano Rajoy -el más exitoso de sus procedimientos democráticos-, la astracanada urdida desde Moncloa con la colaboración de una desnortada Inés Arrimadas para derrocar al gobierno da la Comunidad de Murcia, la bufonada que se pretendía llevar a cabo en Madrid con otra moción que, una más perspicaz y en alza, Isabel Díaz Ayuso, supo atajar para desengaño de sus oponentes, la necedad con la que, desesperadamente, han seguido intentándolo con la intención de descabezar a la Junta de Castilla-León y hacerse con sus riendas, todas acabaron frustrándose. No, no se cree que lo intenten más, porque para muestras basta con estos tres botones, pero los descalabros han sido mayúsculos.

La operación de Cataluña, basada en el supuesto efecto Illa, terminó por convertirse en un estrepitoso revés y lo peor es que todo parece indicar que acabará por consumarse un acuerdo de gobierno entre independentistas que pueden odiarse, pero a los que su único y descerebrado fin siempre acaba uniendo. Y mientras, Sánchez sigue proponiéndoles una mesa de diálogo (¿). ¿Hasta cuando piensa seguir prolongando el ridículo de su “dialogante” política ante unos “socios para el gobierno” que nunca abandonarán su hoja de ruta?, ¿hasta cuando se pueden seguir cambiando bajadas de pantalones por votos?, ¿qué haríamos si, tal como quiere imponer la CUP, volviesen a delinquir con un nuevo referendum independentista?, ¿habría bemoles para aplicar el artículo 155?, ¿o miraríamos hacia otro lado mientras agradecemos el apoyo a los presupuestos con indultos, nuevas mesas de diálogo y pelillos a la mar?

La espantada de Iglesias puede tener muchas lecturas, pero es también la constatación de que el dúo compuesto por Pedro y Pablo nunca ha funcionado, que las tensiones entre ellos han sido la causa de muchos de los errores culpables cometidos y que la atmósfera dentro del gobierno se hacía irrespirable. Sin embargo no conviene olvidar que la alianza sigue en pie y que este subterfugio, por mucho que se pretenda presentar una cara más amable ante Europa con vistas a la llegada de las previstas ayudas económicas, no evitará que la desconfianza de Bruselas siga existiendo. Suspicacias de una UE, que tampoco nos inspira mucha seguridad, pero recelos acentuados por la evolución de los acontecimientos en Cataluña o por alcaldadas tan sospechosas como el rescate,  de 53 millones de euros, a una compañía aérea irrelevante (un avión) y auspiciada por el chavismo, como muestra de lo que estos desaprensivos pueden llegar a hacer con los dineros comunitarios si les dejan.

Y se acabarán los ERTES y se disparará el paro, y el salario mínimo vital seguirá desvitalizado, y el tejido empresarial se hundirá, y la hostelería se arruinará, y  la pandemia continuará pésimamente gestionada mientras solo les seguirá preocupando  promulgar leyes ideológicas sin apenas debate, ¿y si Ayuso sigue gobernado en Madrid?, y…

...¿Qué ocurrirá con los diosecillos de pies de barro? Pues habrá que verlo.