Sea cual sea la opinión de cada cual sobre bondad o inconveniencia de los indultos que Sánchez ha concedido a los delincuentes golpistas del procés, es posible que todos estemos de acuerdo en algo, en que tenemos la convicción de que si el gobierno estuviese apoyado por una mayoría absoluta o al menos suficiente en el parlamento, esta medida de gracia nunca se hubiera promulgado.

Con eso queda todo dicho. Si el gobierno no necesitase el auxilio de todos aquellos apoyos que dieron lugar a la conformación del gobierno que Rubalcaba bautizara como Frankenstein, no hubiera habido razones de utilidad pública que valgan ni apelaciones a concordia, benevolencia o reconciliación.

Cierto que con mayoría parlamentaria del ejecutivo estaríamos en otro escenario; pero conocemos bien a quienes nos gobiernan, lo suficiente como para tener la seguridad de que, en ningún caso, el panorama nacional sería halagüeño con este gobierno al frente. Y tenemos esa convicción porque nos han dado pistas sobradas para sospechar que este PSOE modelo siglo XXI, es el mayor impulsor del proyecto  que pretende provocar un cambio de régimen contra la mayoría social además de antimonárquico y que, para ello, se está apoyando en fuerzas antisistema e independentistas de la peor condición. Porque es verdad que todos estos grupos, más o menos marginales, útiles pero no tontos, le están dado al contubernio gubernamental, sin quizá saberlo, la excusa perfecta para atacar el orden constitucional con la coartada de que les tienen que aceptar por necesidad.

En julio de 2.020, el ministro de justicia, Juan Carlos Campo, deslizó en sede parlamentaria, sin venir al caso pero probablemente cumpliendo órdenes, el confuso concepto de <<crisis constituyente>> que, según él, sufrimos y por la que nos encontramos en un debate también constituyente. Concepto de crisis difuso que nadie entendió bien porque ni la Constitución está en dificultades ni nos encontramos en un proceso constituyente -valga tanta redundancia-, que es lo que realmente parecen buscar, aunque la legalidad vigente, al menos de momento, no lo permita y, por eso, anden tanteando el terreno para utilizar otras vías.

Con la sempiterna costumbre de este gobierno de tapar cada escándalo con otro mayor, de las palabras de Campo ya pocos se acuerdan, pero fueron y constituyen una autentica declaración de intenciones que no debiéramos echar en saco roto.

Los indultos, la magnanimidad, la concordia y el supuesto interés social que nos quieren hacer creer, no son más que una burda manera de enmascarar las verdaderas intenciones que unos y otros tienen. Si en algo estarán de acuerdo todos ellos es en que, de momento al menos, no se va a producir una nueva intentona sediciosa, lo que nos venderán como avance en la distensión mientras se continúa cediendo ante el nacionalismo irredento que se nos sube cada vez más a las barbas. Los intentos delincuenciales llegarían, si se producen, solo cuando hayan conseguido rebajar ostensiblemente las penas  por el delito de sedición y cuando la derecha llegue al poder, algo que empiezan todos ellos a temer pueda ocurrir dentro de dos años.

Y ya se sabe, cuando se llegue a esa tesitura, será por culpa de una derecha fascistoide e incapaz de dialogar, fachas a los que habrá que derrotar, bien electoralmente, bien mediante mociones de censura o con lo que sea, para volver a subirse al machito y que cada uno de ellos pueda seguir adelante con sus innobles propósitos.

Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, y que ningún guerracivilista desenterrador llegue a partirte el corazón.