El mismo día en que se anunció cuál iba a se el reparto de escaños en el próximo parlamento andaluz, Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez, a quienes se unieron colectivos feministas, LGTBI y el SAT, convocaron movilizaciones de protesta. Evidentemente los resultados no les habían gustado, pero en lugar de asumir y analizar el porqué de su propio y sonado fracaso prefirieron echarle la culpa a quienes les habían aventajado legalmente y con total legitimidad. Aunque estas indignas movilizaciones no fueron, en general, violentas, en Cádiz hubieron de lamentarse quema de contenedores, agresiones a periodistas y dos detenidos.

Tampoco es que lo antedicho nos sorprendiese dada la deriva palmariamente totalitaria de estos comunistas de nuevo cuño. Pero esperábamos algo más de sensatez en el PSOE y más aun en la hasta ahora presidenta de la Junta, Susana Díaz, la lozana y defenestrada líder socialista andaluza. Ella sabe muy bien cuales son las causas de su salida del palacio de San Telmo, sabe muy bien que casi 37 años sin alternancia algún día tenían que terminar porque sin alternancia la democracia solo puede acabar devaluándose y viciándose. Susana sabe que las políticas nacionales de Sánchez han tenido mucho que ver en su amarga e insuficiente victoria electoral, sabe perfectamente, y se teme, que su jefe y contrincante, Sánchez, la quiere echar. Es muy consciente de que en tan largo período ha habido mucha corrupción de la que el caso EREs solo es la punta del iceberg, tiene perfecto conocimiento de que el “régimen” se ha sustentado en un sistema clientelar y no puede sorprenderse de que eso algún día tuviera que terminar. Por el momento ya han reconocido que en Andalucía hay, ahora mismo, 3.000 funcionarios de más, 700 cargos de confianza y otros diferentes 2.000 colocados a dedo en puestos innecesarios. Y debe saber que cuando se levanten las alfombras de palacio pueden aparecer muchos detritos y eso explica la mala cara y la expresión demacrada que no pudo disimular cuando compareció, el 2 de diciembre, al finalizar el recuento de los comicios.

La que probablemente haya sido su última decisión como presidenta no fue otra que organizar una manifestación de protesta ante el parlamento andaluz el mismo día que se debatía la sesión de investidura de su sucesor. No ha mucho que la oíamos reprochar los acosos de otros ante las cámaras de representantes, pero ahora estamos en otro escenario y no se molestó siquiera en simular que fueran gentes ajenas quienes las organizasen, puesto que los que protestaron llegaron de toda Andalucía en autobuses con el logo de su partido ¿Para qué esperar a hacer a los cien días lo que ya podemos realizar en la jornada menos uno?

No es que estas cosas nos sorprendan demasiado en este partido sanchista, heredero del zapaterismo, aquel PSOE que se jacta de haber cercado las sedes de un partido rival durante una jornada de reflexión previa a elecciones. Pero esperábamos algo más de una doña Susana que nos ha defraudado profundamente, como esperaríamos algo más de los Lambán, García-Paje o Fernández Vara entre otros. Y es que el miedo guarda la viña.

No podemos creer que todo esto haya ocurrido a causa del acuerdo del PP con un partido, Vox, que quedará fuera de un gobierno andaluz que solo estará integrado por los populares y Ciudadanos. Vox ha sido, en este caso, la excusa perfecta para hacer algo muy parecido a lo que hubieran hecho en cualquier caso tras perder el gobierno.
Moreno Bonilla es un hombre conocido por su mesura, en su investidura ha hecho un discurso moderado y conciliador apelando al diálogo y tendiendodo la mano al resto de partidos pero ya sabemos que ante ese tipo de actitudes crispantes de unos hay que opoponer los democráticos escraches de otros. Tan sabido como que todas las izquierdas están empeñadas en hacerle la mejor campaña de propaganda a Vox.

Aprovechando la ocasión y ya que el Guadalquivir pasa por Sevilla, tuvieron lugar manifestaciones feministas en otras varias ciudades aunque la prensa, mayormente la cheka mediática, tuviese el pequeño olvido de no decir que todas tuvieron muy escasa afluencia, una concurrencia quizá limitada porque no todo el feminismo se sintió convocado y porque solo acudió la parte feminista más ideologizada y casposa convocada por ya sabemos quiénes.

No aceptar de buen grado las derrotas parlamentarias dice muy poco de quien así actúa y denota unas carencias democráticas muy preocupantes. Tiempo habrá de criticar los errores que Juanma Moreno y su gobierno cometan, pero por el momento en la sesión de investidura éste tuvo la amabilidad, no sé si muy sentida pero al menos educada, de reconocer, alabar y agradecer la labor de su predecesora, la misma que le estaba montando una agria protesta en la calle.