Confieso no haber leído el último libro de Rosa Díez pero, como ella misma ha repetido en numerosas entrevistas, en su texto explica como Pedro Sánchez es un narcisista que se ama con locura, un cínico maquiavélico que solo busca su interés y un psicópata que no siente empatía más que consigo mismo. Y es cierto, porque Sánchez miente sistemáticamente, es capaz de argumentar una cosa y la contraria solo cinco minutos después, carece de principios, su ideología es Su Persona y siempre dice lo que en cada momento cree que le conviene. Sánchez es el político cuyas contradicciones han retratado más veces las hemerotecas, seguido muy de cerca por su aliado político, Pablo Iglesias.

Dijo en plena precampaña el candidato socialista, Ángel Gabilondo, que si ganase las próximas elecciones autonómicas de Madrid, nunca llegaría a pactar con “éste” Pablo Iglesias, como si pudiera haber dos. Naturalmente no le creyó nadie, y menos aun se creyó él a sí mismo. Pero son cosas propias de las campañas electorales que, como mucho, provocan la hilaridad del personal. Esto nos recuerda el memorable aserto de Carmen Calvo cuando dijo aquello de que “eso no lo ha dicho nunca el presidente Sánchez”, porque según ella lo había manifestado cuando no era presidente y “no es lo mismo”.

En ayuda de quien se autocalifica como “soso, serio y formal”, el señor Gabilondo, acudió pronto su jefe y presidente, Sánchez, para complementar el sintagma anterior indicando que su pupilo solo pactará con quien renuncie al extremismo. ¿Cabe mayor cinismo en quien ha pactado, sigue y seguirá aliado con comunistas-leninistas-estalinistas-castristas-chavistas mientras le beneficie, conchabado con sucursales del extremismo etarra, amartelado con políticos delincuentes encarcelados por haber delinquido en Cataluña? Como bien dice Ignacio Camacho, es como si “Su persona” tuviese dos (o más diría yo) identidades disociadas que le permiten mudarse de la una a la otra sin tener el menor cargo de conciencia. Pura amoralidad, añado.

Desde el púlpito de Su Narcisista Persona diríase que nos toma por inocentes e imbéciles al resto de los españoles aunque, tal vez y en no pocos casos, porque haberlos haylos, no le falte algo de razón. Pero, ojo, que el narciso es una flor breve.