“La democracia somos nosotros, solo nosotros, y si discrepas, aunque sea solo un poco, eres un reaccionario”.

Ya sé que el riesgo que uno corre cuando se muestra contrario a alguna cosa que haga o diga cualquier lobby, es que lo pongan de vuelta y media. Doy por hecho que aquí y ahora seré catalogado como homófobo por algunos pero no me importa porque no lo soy y tampoco tengo por qué dar mayores explicaciones. Quienes crean que no aceptar todos los criterios de un determinado grupo o una parte de él significa estar en contra del mismo, allá ellos o allá ellas, tienen un problema de carencia democrática del que no nos haremos responsables.

Dice la Real Academia Española de la Lengua que una manifestación es una “reunión pública, generalmente al aire libre y en marcha, en la cual los asistentes dan a conocer sus sentimientos, reclaman o expresan su protesta por algo”. Y si acudimos a Wikipedia, con su mayor o menor credibilidad, allí podremos ver que las manifestaciones pueden ser catalogadas como de tres tipos diferentes, de carácter político, de naturaleza económica y de índole social. El derecho de manifestación es universal y nadie puede impedir a otros que acudan a un evento de esta clase, así que si alguien trata de obstaculizarlo, lo único que demuestra es su intransigencia y falta de respeto a la libertad de los demás.

Pero ahora han llegado los organizadores del tan traído y llevado desfile del orgullo gay y han sentado una nueva doctrina. Según ellos, el partido político Ciudadanos no podía asistir a sus actos porque cualquier manifestación tiene siempre un carácter  político. Quizá con esta opinión quede todo dicho.

Según ellos, a la manifestación  “no había sido invitado el partido Ciudadanos ” al no haber firmado un manifiesto que aquella organización consideraba salvoconducto obligatorio. Y además si fueron solo lo hicieron por provocar, así que se merecían lo que les pasó (por cierto al igual que no ha mucho ocurriera en Alsasua).

O sea que, según ellos, debe ser que cuando los pensionistas se manifestaban mientras Rajoy era el presidente del gobierno, solo debían salir los abueletes de izquierdas debiendo impedir que saliesen los de derechas, pero ahora que manda Sánchez será justo al contrario y los de izquierdas mejor harían quedándose en casa por si las moscas. Lo mismo que cuando los Policías Nacionales pedían la igualación salarial con los Mossos de Escuadra.

Y de nuevo empieza la discusión sore lo que es o no violencia. En unas jornadas en las que el amor se ponía siempre por bandera, una masa se posicionó delante de la gente de Ciudadanos para impedirles avanzar, les lanzaron muchas cosas, me da igual que cosas, oiga, les impidieron seguir adelante, les insultaron y al final la policía  tuvo que hacer que se retiraran porque se temía por su seguridad. Sí, sí, todo muy pacifico y carente de coacción y violencia, lo que pasa es que estos de Ciudadanos tienen la piel muy fina y son unos quejicas provocadores.

Estoy seguro de que la mayoría de los manifestantes acudieron a la caravana para hacer unas justas reivindicaciones y sin pensar para nada en la política, de eso no me cabe la menor duda. El problema siempre surge a raíz  de que estos asuntos suelen estar manejados por grupos de presión ideologizados que lo echan todo a perder. Detrás de esos grupos están, por ejemplo, quienes cobran de un país llamado Irán donde cuelgan públicamente a los homosexuales. En la manifestación se vieron  camisetas con la imagen del Ché Guevara, ese líder, idolatrado por muchos pacifistas, que a tantos mató o hizo matar, aquel caudillo que metía a los homosexuales en “Centros de reeducación” de Cuba. Y es que como dijera el Papa Benedicto XVI una confusa ideología de la libertad conduce a un dogmatismo que cada vez se revela más hostil contra la libertad.

Es muy lamentable pero elocuente, que nadie en el gobierno ni en el partido que lo sustenta hayan manifestado repulsa alguna por los ataques ni dado la menor muestra de apoyo a los agredidos. También es significativo que toda la checa mediática, todas sus terminales, se hayan lanzado como una jauría en contra de los vejados. Ya sabemos aquello de que siempre son las huestes democráticas las que atacan a los intransigentes reaccionarios que los sufren. “Jarabe democrático”como lo llamara Iglesias, porque ellos se lo han buscado y eso hay que airearlo a conciencia.

Pero lo del Ministro del Interior, el que una vez fuera juez y ahora solo es parte, es muy grave. Decirle a Ciudadanos que sus políticas iban a tener consecuencias, justo antes de se produjeran tan graves incidentes, fuera hecho a conciencia o no -la casualidad tiene muy dudosa credibilidad- es lo suficientemente trascendente como para que hubiese dimitido al minuto siguiente. Y que aparezca un informe policial, filtrado inmediatamente al diario El País, documento que no aparece firmado por nadie, lleno de errores formales, poco o nada creíble para los sindicatos policiales y en el que se justifica que no hubo ningún ataque a los agredidos, una desvergüenza que no podíamos siquiera  haber imaginado. El mismo señor Marlaska, el máximo responsable de la seguridad de todos, a quien no le importó que la también Ministra Delgado le hubiera llamado “maricón” un par de veces, ahora demoniza al partido que lleva en su programa más medidas a favor de la integración del colectivo LGTBI. Pudo provocar un desatre y debiera haber abandonado el cargo de inmediato o ser cesado por quien tiene autoridad para ello.

No, el gobierno en funciones no debe tener y como demuestran los acontecimientos no tiene, la menor intención de llegar a acuerdo alguno con el partido Ciudadanos con vistas a la investidura de Sánchez. En realidad no parecen demostrar mucho interés en ella,  bien lo está viendo Pablo Iglesias, porque esto tiene cada vez más pinta de que nos quieren llevar a nuevas elecciones.