Se habla mucho y mal de "tamayazos" y de transfuguismo político, pero el hecho de que alguien actúe de acuerdo con su conciencia en lugar de ser un simple aprietabotones en el parlamento  no es, o no debiera ser, problema alguno. Ocurre lo mismo en todos los partidos políticos y así nos va. Los diputados deben su puesto al líder que los eligió, la mayoría no tienen antecedente alguno de gestión ni de haberse dedicado a nada fuera de la política, por lo que si el arráez que les eligió les retirara su confianza, no solo perderían el escaño sino que hasta podrían tener dificultades para encontrar algún otro trabajo, además de que, al elegirlos, el partido ya habrá tenido cuidado en escogerlos a su imagen y semejanza, en  nominar a los más plegables ante la voluntad de quien les comanda.

Ningún órgano del estado está tan obligado por la disciplina como están el ejército y la policía, pero hasta un soldado o un agente pueden negarse a cumplir órdenes en determinados casos si atentan contra el derecho de gentes, el ius gentium romano que también preconizara la escuela de Salamanca.

En Estados Unidos, en Inglaterra o en Alemania no resulta extraño que un parlamentario vote en contra de lo que su líder quiere, porque su dignidad y la de quienes le votaron estarán siempre por encima de la obediencia perruna.

Sabemos que es muy improbable que ninguno de los parlamentarios socialistas se oponga a la satrapía de Sánchez, pero si quedara algún elemento en el PSOE que quiera defender el estado de derecho, si alguno lo hiciera, no sería un desertor ni un traidor, solo sería alguien que habría demostrado que su moralidad le impide doblegarse ante los deseos de quienes quieren destruir la patria común de los españoles porque, en ningún otro país, a ningún político decente se le ocurriría gobernar en coalición con los enemigos de su nación.

Pero nada de esto parece posible porque el sanchismo y las bases del PSOE de hoy están tan radicalizadas y son tan guerracivilistas, si no más, como las de la II república mientras que sus votantes parecen, cuando menos, aturdidos.