No sé dónde lo he oído o leído, pero me parece muy acertada la afirmación de que mientras la izquierda se mueve fundamentalmente por razones ideológicas, la derecha se rige más por principios. Esa puede ser la razón para que las gentes del espacio mal llamado progresista, puedan perdonar tantas atrocidades a sus políticos, incluidas las muchas felonías sanchistas y, sin embargo, las consideradas personas de orden fácilmente dejan de votar a los suyos si se sienten defraudadas. Véase verbigracia como, tras cinco años de dislates, el PSOE se mantiene en los sondeos por encima de cien escaños y, sin embargo, la tendencia ascendente en las encuestas del bloque de derechas, se vio repentinamente frenada por el desliz del reciente Guardiola-Gate extremeño.

El PSOE siempre ha estado ahí, también el comunismo en sus múltiples variantes hoy resumidas en Sumar, los nacionalismos y separatismos son siempre los mismos. Pero lo que un día fuera un sólido Partido Popular, a consecuencia de sus propios errores, acabó fraccionándose en tres: el propio PP, el hoy casi extinto Ciudadanos y un Vox que aglutina a muchos conservadores enojados que consideran que el PP traicionó una parte considerable de sus principios.

Puede ser solo una anécdota pero llamó mi atención leer en un periódico de  difusión nacional una entrevista al que fuera bi-ministro con Felipe González, Alberto Belloch, interviú repetida dos días después en una importante emisora de radio. En ambas ocasiones don Alberto, tras poner como chupa de dómine a Sánchez por sus nefandas políticas y alianzas, acabó admitiendo que aunque siempre que hay elecciones piensa abstenerse, luego siente algo que le hace votar a favor del PSOE porque al fin y al cabo el partido está por encima de las personas (¡!). Al señalarle un periodista tan incomprensible incongruencia, respondió que era cierto aunque él tampoco podía explicárselo a sí mismo(¿?).

Es posible que mucho tiempo de militancia en el PSOE cause daños irreversibles e irreparables.

Tras 144 años de honradez (…), ideología, sectarismo, estulticia y cosas peores, aunque con breves periodos de lucidez, eso es lo que parece haber  dado de sí nuestra falsa socialdemocracia.

Cuando el fanatismo ha gangenado el cerebro, la enfermedad es incurable. Voltaire