De sobra es conocido que las encuestas del CIS actual son más falsas que el fuera de juego de un futbolín, pero no olvidemos que, mientras que en los sondeos más fiables a tenor de anteriores desenlaces, la suma de PP y Vox, en el peor de los casos y hoy por hoy, siempre les da mayoría absoluta, si atendemos a lo que los medios confesamente reconocidos como izquierdistas expresan, aun otorgándole la victoria al Partido Popular, la suma de este con Vox siempre resulta casi insuficiente para gobernar. El día 24 sabremos la verdad, pero esto suena a intencionada tendenciosidad.

El control que el gobierno socialista ejerce sobre casi todas las cadenas de televisión es patente y lo mismo ocurre claramente con medios del grupo Prisa como el diario El País y La Ser, convertidos en clara correa de transmisión del gobierno. Con ese panorama a la vista, el presidente tiene la desfachatez comunistoide de repetir que se siente maltratado y calumniado por la prensa en general y algunos medios en particular, medios por los que ahora desfila haciéndose la víctima.

Por lo poco que sé del asunto, la deontología periodística obliga a los profesionales a decir siempre la verdad concisa, concreta y exacta, aunque por supuesto tengan derecho a expresar su propia opinión al respecto. Por lo que también se observa -habitualmente pero no siempre-, la mayoría de los informadores respetan un código ético o ley no escrita según la que, aunque puedan criticar a otros medios, nunca atacan personalmente a otros opinadores, compañeros al fin y al cabo, quizá por aquello de que entre bomberos no se pisan la manguera y por respeto mutuo.

Como yo no soy periodista no tendré reparo alguno en reprobar a la presentadora del programa de la Ser,  Hoy por Hoy, Ángels Barceló que, sin dar nombres, ha señalado directamente con el dedo a Carlos Alsina y Ana Rosa Quintana, como “autores de mentiras y soflamas” en contra del presidente del gobierno.

Doña María de los Ángeles tiene derecho a profesar la ideología que le plazca pero es, desde luego, una persona bien informada y lo bastante inteligente para saber perfectamente que Sánchez es un mentiroso patológico que fue puesto por aquellos periodistas ante el espejo de sus falacias. La señora Barceló sabe que es ella quien falsea la realidad pero, aun así, se erige en paladín de su augusto líder, amo de su cortijo, y, sin el menor rubor, se pasa la ética y la deontología periodística por donde le da la gana en clara demostración de sectarismo en grado sumo.

Sánchez, el que quiere controlar todas las instituciones y toda la prensa al estilo más totalitario, seguirá haciéndose la victima. Y no, no le van a faltar mamporreros.