Lo que hace unos años era el PSOE de la Transición y ahora ni se sabe qué es, tiene una amplia base, un suelo electoral, compuesto por varios millones de votantes dispuestos a darles su apoyo, no por lo que hagan sino a pesar de lo que hagan. Una parte importante de esos electores son los militantes, aquellos afiliados que volvieron a elegir a Pedro Sánchez despues de haber sido expulsado por los barones en el Comité Federal. No en vano, tras perder a muchos a causa del funesto paso de José Luis Rodríguez Zapatero por la Secretaría General, los afiliados más radicales continuaron siéndolo. Son los militantes que conservan las mismas ideas frentepopulistas y guerracivilistas del PSOE de tiempos de la II República.

Y si a todos esos, que no son pocos, añadimos los votantes incautos desprevenidos, las buenas personas ingenuas dispuestas a creer en la supremacía moral de la izquierda, los desinformados, los indocumentados y esa lacra que continúan siendo los del “yo soy un trabajador y no puedo votar a la derecha”, tenemos el panel de gentes que, a pesar de todas las atrocidades cometidas por Sánchez y sus acólitos, les permiten rondar los 100 escaños en todas las encuestas -las de Tezanos no valen-, lo que, visto lo visto, me siguen pareciendo demasiados.

También se ve que la tendencia en los sondeos es que, aunque muy poco a poco, la suma de votos de las fuerzas liberales va en aumento mientras las expectativas Frankenstein disminuyen. Me aferro a la esperanza de que esa propensión continúe hacia arriba con la esperanza de que el cataclismo sanchista sea lo más contundente posible.

España necesita partidos políticos diferentes que puedan ofrecer opciones distintas pero dentro de la más absoluta ponderación y eso, desde luego, en el PSOE actual está lejos de ocurrir, mientras el resto de izquierdas y nacionalismos constituyen autenticas zahúrdas.

El Psoesanchismo necesita un revolcón, una humillación tal, que les obligue a plantearse una catarsis, una profunda refundación en la que coja las riendas una gestora similar a la que quiso prescindir de Sánchez y devuelva al partido al camino de la socialdemocracia moderada. De lo contrario, antes o después, acabarán siendo un grupo tan irrelevante como otros socialismos europeos ya lo son.

El PSOE lo necesita y España también.